LUIS PÉREZ AGUADO

LUIS PÉREZ AGUADO
Escritor, Profesor e Historiador

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martes, 3 de mayo de 2011

LAS HUELLAS DEL CAMINO DE JOSE MANUEL BALBUENA.-

Luis Pérez Aguado
Profesor, escritor e historiador


Las huellas del camino
                                         de José Manuel Balbuena
 


Siempre imaginé  que la naturaleza fue la escuela particular del inquieto y polifacético José Manuel Balbuena. Los maestros más eficaces, los que influirán en su vida literaria más decisivamente, serían, ante todo,  los árboles, los pájaros, el campo, cualquier rincón de las islas. Siempre las ilusiones y las enseñanzas de tierra adentro, de donde él es originario. Seguramente, me llevó  a este convencimiento su  ardor  apasionado por lo bello, unido a  su condición de empedernido senderista. Sus largas caminatas,  su andadura por los muchos y hermosos rincones de la isla reforzaron su amor por la naturaleza, que es dónde encuentra paz para su espíritu e ilusión a sus muchos proyectos.
 JM, siempre nos sorprende y ahora lo hace con un magnífico manual de la historia reciente de nuestras islas. Es un libro abierto a la sorpresa y a las situaciones inesperadas. Este mundo nuestro, nuestra sociedad disparatada, unido a lo mágico da como resultado un libro de relatos  de fantasía ¿? y humor. Son pequeños repliegues de la historia del día a día, que descubren quizás unas perspectivas desconocidas, tal vez sorprendentes.
 Vivimos un acelerado proceso de información no contrastada y, frenéticamente, nos alejamos de nuestro pasado. Olvidamos, incluso, el más reciente. Pero  si olvidamos, si dejamos atrás la memoria estamos perdidos. José Manuel lo tiene muy claro y por eso pone sus vivencias a nuestra disposición. Las enlaza con los acontecimientos más cercanos y, también, como hace un buen historiador, los contrasta con algunos más lejanos.
 Los episodios, escritos en forma de narración en primera persona, se mueven en distintos ambientes conforme a la variedad de los relatos. Uno de los primeros capítulos está centrado en la que ya está siendo conocida como la joya de la corona de Las Palmas de Gran Canaria. En la misma playa de las Canteras surge todo un devenir de personajes curiosos que nos van mostrando lo que fue (y sigue siendo, en alguna medida)  la historia de esta ciudad. Su condición de periodista hace que se adentre en las profundidades de la sociedad de entonces, indague y saque todo el jugo a cada uno de los personajes, cotidianos o misteriosos, que pasaron por el Conejo Frito, un bar lleno de misterio y buena comida, sobre todo buena comida ¿excelente comida? Con la seguridad que si usted, amable  lector o lectora, fue uno de sus visitantes, téngalo por seguro que también está reflejado en esta historia. Puede que, incluso, no salga bien parado. Porque el sagaz escritor nunca pierde la ocasión para dejar títere con cabeza y así, exprime lo mejor y lo más oscuro  de cada uno de los actores que pululan por las cercanías. Pero lo hace con tal sencillez y socarronería, que, incluso aquellas expresiones  que pudieran resultar más rebuscadas o cultas, llegan al lector totalmente diáfanas y transparentes. 
 Esa es otra de las ventajas y virtud del pedagogo y maestro que JM lleva dentro, profesión que ejerció durante cierto tiempo y donde aprendió que educar es mostrar la vida a quien aún no la ha vivido y, en este caso, el escritor-pedagogo se vale de la palabra, que utiliza con maestría,  para dar sentido y ayudar  a ver y comprender  mejor el mundo.
 Cuando describe al camarero cojo que las pasaba canutas para poder mantener a su numerosa prole,  -por cierto, se había lesionado la cadera subiendo la Cuesta de Enero-, que, además, sabía latín porque había estudiado en el seminario,  pero que fue expulsado porque el obispo consideró que no era prudente que  hubiera un siervo de Dios  que se supiera de que pata cojeaba. Pues pudiera  parecer, por la continua ironía, que es un libro de ficción o un libro fantástico. Nada más lejos de la realidad, Así, como quien no quiere la cosa, el escritor nos va describiendo los avatares de una época complicada, llena de dificultades y prejuicios sociales. Son los recursos humorísticos  que el escritor-pedagogo utiliza para adentrarnos en un genuino realismo social que conjuga el lenguaje coloquial con las descripciones en las que intervienen, como aspectos literarios que matizan el relato, símbolos y metáforas que hacen posible la comprensión.
 Hacer entretenido lo difícil es complicado y ya resulta  meritorio que se consiga un buen resultado.  A la crónica le corresponde un lenguaje muy bien definido por la historiografía y en estos pasajes comprobamos que se respeta  el estilo descriptivo y narrativo, marcadamente informativo, al utilizar fechas y datos reales.  Pero lo hace sin fastidio,  con un hábil procedimiento de  penetración donde conjuga la alternancia de ágiles y directos relatos que ofrece entre la incertidumbre y la monolítica realidad. Y nos mete de lleno, de sopetón, en un mundo de honda afectividad, en  historias que nos hacen vibrar y  que nos hacen reflexionar sobre nuestra propia realidad
 Emociona, por ejemplo, la descripción que hace la turista alemana Ilse Dore sobre los aspectos más escabrosos y experiencias vividos por ella durante el terrorífico gobierno de Adolfo Hitler, para, a continuación, meternos de lleno en otro entorno más cercano. La visión que tiene ella y la de  cualquier turista con sensibilidad al tratamiento  y “descuido” que hacen los propios nativos sobre su isla y la suciedad de sus playas.
 No falta la ironía y el humor, a veces disparatado, -típica socarronería del pueblo canario, del que el escritor-pedagogo es un magnífico “ejemplar” - con la que se consigue crear una atmosfera regocijante, no por ello exenta de un caracterizador y crudo  realismo. Mujeres educadas en la tradición campesina, resignadas, marcadas por la sumisión, que trabajan duramente y son hábiles administradoras de sus escasos medios materiales. Tiempos difíciles en los que sólo lo práctico parecía tener razón de ser. La agricultura pobre y sin industrializar. El turismo extranjero, que supone una cierta fuente de ingresos. La emigración, incluso clandestina,  que se presenta como  remedio a la miseria, y se muestra con todo el realismo, crudeza y lastres afectivos  que conlleva. Las creencias religiosas, que todo lo impregna. La magia y las supersticiones. La vida familiar, que se valora positivamente y se acepta el medio de pobreza en el que se desenvuelven con gran solidaridad.
 Pero, también, es un libro de esperanza. De sueños. “Los sueños, sueños son”, afirmó el dramaturgo. Y lo sabemos, pero continuamos soñando  porque la existencia sin los sueños, sin la esperanza, sin la ilusión, sería un caminar absurdo por un camino sin luz.
Entre sueños y realidades hay un camino inmenso. Eso bien lo sabe, Balbuena, pero esos sueños son los que a él le ayudan a crear y esas realidades las que le enseñan a vivir.
Por eso  une las realidades con los recuerdos con los que consigue un fuerte tono emotivo, así como despertar sentimientos de ternura valiéndose de un lenguaje  ágil, expresivo y un léxico rico en costumbrismos y caracterizador con una, indiscutible, carga  de amenidad.
 Hay un trasfondo de valoración  de la naturaleza en sí mismo. El paisaje adquiere importancia relevante hasta llegar a convertirse en uno de los verdaderos protagonistas de todos los episodios del libro. Cuando el escritor inquieto y polifacético que hay en José Manuel Balbuena, escribe de la maravillosa isla de La Palma, -esa de la que el viajero no puede cruzar  indiferente-  lo hace con tal pasión, que nos descubre  un alma sensible hacia todo lo bello. De alguna manera, así lo confiesa en alguno de los capítulos, cuando “mastica y saborea la paz”. Es  en ese matiz insólito de lo verde, donde todo se puede admirar, dónde  se  contagió y heredó su pasión por escribir.
 Y comenzamos a entristecernos cuando comprobamos que nos faltan pocas hojas para terminar el libro de relatos de José Manuel. Es triste partir en la madrugada. Es triste decir adiós cuando el día estrena sonrisa. Pero el amanecer hay que iluminarlo con la esperanza de un arribo, con la ilusión de una llegada. Por eso, esperamos que sea pronto la próxima entrega de José Manuel Balbuena Castellano.
                                                                   Luis Pérez Aguado
VEGUEROS S.M “Los sueños, sueños son”.