LUIS PÉREZ AGUADO

LUIS PÉREZ AGUADO
Escritor, Profesor e Historiador

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sábado, 20 de marzo de 2010

LOS QUE TIENEN LA CULPA. (LOS FUNCIONARIOS)

Es curioso lo que pasa en esta bendita tierra. Quien más tiene que le digan es quién más tiene que hablar. Eso, por lo menos, es lo que  afirma  el dicho popular, y ya saben ustedes que el pueblo sencillo y campechano suele acertar en sus predicciones porque es muy sabio. 
Los que más prerrogativas tienen, los que gozan de más ventajas y privilegios, los que tienen  más y mejores honorarios, son los que pregonan a los cuatro vientos que se bajen los salarios de los currantes de a pie. Lógicamente, para que puedan subir más sus beneficios. 
Los que disfrutan de coche oficial son los que quieren imponer a los más frágiles y canijos, lo que ellos no hacen: Congelar el sueldo. El de los funcionarios, por ejemplo. Porque, incapaces de dar salida a la crisis y reducir el paro, hay que criminalizar a alguien. Pero sus bolsillos, ni tocarlo. Más bien hay que incrementar sus cuentas bancarias. Y para lograrlo no les importa utilizar cualquier tipo de artimaña. Y eso que están al servicio del pueblo. Eso dicen. Luego vienen dando lecciones de austeridad. 
Sigue siendo curioso que, también, una parte del pueblo llano diga que sí, que los funcionarios, los pobrecitos, que no dan golpe, paguen con la consecuencia de los apuros y los malos momentos que pasa la sociedad.  
Mientras el país nadaba en la opulencia nadie se acordó de los perdedores del momento. Cuando no había forma de encontrar  a un fontanero que te viniera a casa a enderezar las tuberías o a un carpintero para poner unas tablas derechas; cuando el chico del vecino  paseaba a su novia en su flamante BMW, porque ganaba su buena pasta en la obra de la esquina; cuando el más torpe de la clase montaba una constructora; cuando los chicos dejaban de estudiar porque ganaban en la hostelería, con propinas incluidas, tres mil euros al mes, nadie se acordaba de quién sudaba la gota gorda estudiando varios años para tener una carrera y sacar unas oposiciones. 
Ahora el que pudo y no quiso se pone negro porque el funcionario tiene su sueldo “asegurado”. Ahora al que pudo y no quiso estudiar se le revuelven las tripas porque los maestros tienen sus meses de vacaciones. Ahora el que nunca dio un palo al agua se “encochina” cuando dirige su mirada y ve el chalet de su vecino que es juez.
Ahora… 
Ahora resulta que la culpa la tienen los funcionarios. No la tienen los altos ejecutivos de las empresas públicas canarias con retribuciones superiores a la del propio presidente del Gobierno (130.000 euros anuales, por mencionar alguno). No la tienen los miembros del Gobierno que proponen ampliar la edad de la jubilación, cuando a ellos, simplemente, les bastó   jurar sus cargos para tener la pensión máxima. No la tienen los avariciosos banqueros que fueron inflacionando el país. No la tienen los miembros del primer partido de la oposición, cuyo presidente  gana más que el propio presidente del Gobierno de la Nación. No la tiene la joven Secretaria de Estado que con el sueldo de un año podríamos cualquiera de nosotros hacernos un bonito chalet con vistas al mar. No la tiene esa senadora, cuya  única valía es la de  haberle  caído en gracia a su jefe, y asegurará  su pensión con siete años que mantenga su escaño en las Cortes Generales, mientras los demás ciudadanos tendrán que romperse los cuernos cotizando 35. No la tienen esos parlamentarios, algunos de los cuales no han trabajado en su vida, y pueden llegar con dietas, asistencia a sesiones y otros beneficios, a cobrar hasta 6.500 euros mensuales. No la tienen los caraduras que dan lecciones de austeridad exigiendo a sus oponentes políticos la reducción de cargos, pero  no se aplican el cuento a sí mismos, ni en los ayuntamientos, cabildos o gobiernos  en los que mandan sus correligionarios. El Gobierno canario, por ejemplo, tiene actualmente 119 altos cargos, 98 eventuales (personal de confianza de los que 43 están adscritos a la Presidencia), 19 sociedades mercantiles, 12 fundaciones públicas y dos entidades públicas empresariales.  
No tiene la culpa esa concejala, de su mismo partido, que cree que su sagrada misión la ha traído a este mundo para gastarse alegremente 6.800 euros  de los contribuyentes en un viaje a la capital del Reino. 
No la tienen esos sabios, algunos de los cuales no han alcanzado el bachiller, que en lugar de ponerse a trabajar ellos, deciden que los enfermos y convalecientes se incorporen a sus puestos de trabajo para ofrecer al resto de los mortales un  denigrante y  fatal servicio, ya que su mente estará más en el otro que en este mundo, con lo que se malgastará el dinero de los contribuyentes y repercutirá negativamente en las arcas de la comunidad. 
Es tan enorme la lista de despropósitos que es imposible reseñar aquí lo que sucede a nuestro alrededor. Tampoco entramos a valorar si sus sueldos están en relación a sus responsabilidades. La cuestión es  que “siempre” es  otro el que cargará con todas las culpas. Pero una cosa es segura:
No tienen ellos la culpa.  La culpa es del Cha-cha-cha.
VEGUEROS S.M. En la misma línea... La culpa es del Cha-cha.cha.

martes, 9 de marzo de 2010

EL GRANDE SE COME AL CHICO.-

Siempre ha sido así desde que el mundo es mundo. El pez grande se comió siempre al chico. Sucede en el mundo animal y ocurre   en el mundano mercado de los humanos, donde este espécimen  necesita demostrar quién es el poderoso. Quien manda sobre quién.
No estamos ajenos a esa ambición que desata la gloria y el poder. Con frecuencia la seguridad y el bienestar del canario  se ve  truncada por la avaricia y el apetito descarnado de unos cuantos poderosos.  
La  codicia de quiénes se creen con mejores derechos y el olvido de sus deberes por quienes deben interpretar fielmente las leyes no siempre permite que esclarezca la verdad. Tampoco resplandece la justicia en cuanto a los derechos y las propiedades de los otros, porque, con frecuencia, los que alardean de más cultos, más civilizados o disfrutan de mayores preeminencias lo interpretan después, en la vida corriente, como un mejor derecho para desposeer al prójimo, para imponerle su capricho o para desoír sus justas quejas, amparando sus injusticias con la invocación del respeto a las leyes.  
Unas leyes que, en ocasiones, se hacen y cambian a la medida “egoísta” de quienes disfrutan de prerrogativas para poder hacerlas o enmendarlas. Las encubrirán con la coletilla del interés público; cuando, en realidad, se trata de favorecer el interés privado o el de sus propios bolsillos. Infinidad de casos se cuentan en nuestras islas en el que las ordenanzas se hicieron y se hacen ex profeso para favorecer operaciones urbanísticas. Caso reciente el del Gran Guanarteme, en el que -según dictaminó una sentencia- no había ninguna razón que revelase los motivos de interés para la ciudad que  inspiraron la modificación de la ordenanza.  
Pero no siempre el débil es oído ni tiene recursos para defenderse. 
Algo no debe ir bien en el ser humano cuando se quieren desproteger numerosas especies amenazadas y en peligro de extinción de nuestra flora y fauna. Cuando, para conseguir su descatalogación, el político de turno no se sonrojan a la hora de   buscar mezquinas excusas baratas  declarando que las obras que se realizarán en los hábitat de estas especies, ya sean muelles o campos de golf, son de interés general, cuando, en realidad, en muchas ocasiones,  son sólo obras de interés personal de  algunos pocos, que suelen ser los de siempre.  
Los de siempre son los que hacen y deshacen a su antojo. Los que manipulan y destruyen el patrimonio natural para engordar sus cuentas bancarias. Los que  devoran al prójimo con su lengua e intolerancia pretendiendo callar a los que defienden sus derechos llamándolos demagogos. Los  que incumplen sus obligaciones en la conservación de los espacios protegidos de Canarias, lo que ha supuesto la denuncia de la Comunidad Europea ante el Tribunal de Luxemburgo. Los que recortan los dineros públicos  destinados a educación porque saben que un pueblo educado no tolerará la corrupción. Porque saben que un pueblo culto e instruido elegirá dirigentes honestos y competentes, que a su vez, buscarán  a los mejores asesores. Esto no les conviene. No quieren unos ciudadanos capaces de pensar críticamente. Va contra sus intereses.
Saben que un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y vive de ilusiones. No quieren personas informadas capaces de pensar en cómo están siendo manipulados y engañados por un sistema que los deja en la cuneta. Un pueblo preparado sabe muy bien diferenciar entre un discurso serio y un mitin demagógico. Entre una plática honesta y una arenga engañosa. Entre un político serio y un charlatán que busca recursos para su incapacidad culpando de su incompetencia a los otros.
Los de siempre son los que han hecho de la estupidez su manera de vivir, porque con su irracional egoísmo están acabando con nuestro medio natural. Un legado frágil e irrecuperable. Pero eso no parece importar a nuestros gobernantes, ni mucho ni poco. Parece que les interesa que todo siga así. Viviendo cómplices en un escandaloso silencio de destrucción con el afán destructor del mayor depredador que es el hombre, que continuamente pone su ambiciosa mirada en  el medio y  usa la piqueta a diestro y siniestro.  
Este calculador demoledor, que siempre encontró y encontrará un motivo para emplearla. Siempre usó y usará una argucia para derribar un legado insustituible. Cuando no es abogando por una innovación mal entendida, será por el bien o el interés común -el bien para el bolsillo de unos pocos, se entiende – pero, casi siempre, y  sin temor a equivocarnos, será por la codicia mal disimulada y el afán de lucro que anida en su ánimo, aunque ello le lleve a destruir  nuestro pasado y nuestros bienes más preciados. 
Sir George Bernard Shaw escribió esta breve frase: “Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo…y por los mismos motivos” 
Habrá  que tomarlo en serio.
VEGUEROS S.M. "El chico ganó el grande perdió" ... no siempre, por desgracia, es así, pero hay excepciones.-

martes, 2 de marzo de 2010

Los “sabios” que nunca pisaron un aula

      Los recientes datos que reflejan que en Canarias hay 53.000 personas  que no saben leer ni escribir, es un testimonio fehaciente de que algo está fallando. De esos canarios, 3.000  están comprendidos en edades que oscilan entre los dieciséis y los treinta y un años. Claro ejemplo de que existe fracaso político en Educación. Como de costumbre, aquí nadie asume la culpa de nada. Si acaso, y en eso si son expertos, le cargarán el muerto y el fracaso de todo el sistema educativo al docente. Lo triste del caso es que  estos datos siquiera sirven de reflexión a los “mandamases” educativos. Probablemente, esto sea así porque ni ellos mismos conocen la realidad de los centros escolares, aunque también pudiera ser que fuera porque en  ese porcentaje  esté incluido alguno de nuestros “ilustrados” responsables políticos, única forma de entender esta apatía y el poco interés por corregir el sistema. Pero eso es lo normal en los tiempos que corren. Por lo visto, los únicos que saben lo que se  necesita en  las aulas son los que jamás han pisado un aula. Por la misma razón que los  únicos que saben cómo se enseña  Geografía, Historia, Lengua o Matemáticas son los que no saben ni Geografía, Historia, Lengua o Matemáticas. Ahora, eso sí, son expertos pedagogos, coordinadores de no sé qué y presidentes de no sé cuantas cosas.  
     Veamos  como funciona la cosa con un ejemplo real y fácilmente demostrable. Desarrollo mi labor docente en un instituto de esta comunidad. Tengo asignada una tutoría  sobrecargada de alumnos (nada nuevo bajo el sol)  de segundo curso de la  ESO.  En ella sólo  cinco niños  tienen todas las materias aprobadas del curso anterior (lo que antaño sería un caso atípico hoy, por mor de una ley absurda, se ha convertido en  lo habitual). El resto  de alumnos y alumnas de la clase se reparte entre repetidores y niños y niñas con asignaturas pendientes, de los que trece tienen entre cinco y ocho asignaturas (cosas de la edad, dicen, ya que la norma obliga a pasar al alumno  al llegar a la  edad que tienen ahora). Para llorar.  
     Pues, los  “expertos” que no producen nada, tienen la desfachatez de cargarles el mochuelo  a los profesores y atribuirles a ellos la exclusiva responsabilidad de su acción educadora. No cuentan con que muchos de  los comportamientos violentos  que se producen  en el aula tengan  que ver  con las condiciones en las que se enseña. Alumnos  con falta de interés que están encerrados en un aula escuchando cosas que no entienden ni les interesa y que su única aspiración es molestar en clase porque no se les da otra opción y se aburren. 
      Hay que hacer milagros para, desde la precariedad, atender adecuadamente la diversidad de estos alumnos con una clase numerosa, con esta maravillosa mezcla de alumnos con nulos hábitos de estudio, dificultades de base, disruptores (lo que en “términos cariñosos” nuestros humoristas Piedra Pómez llamarían niños “desinquietos”) o con necesidades educativas especiales, para los que nadie nos preparó, pero a los  que les daremos una enseñanza de “calidad” simplemente porque le hacemos una adaptación curricular individualizada, un ACI (perdón, ahora, han descubierto  el remedio a todas los problemas, y para demostrar lo mucho que  trabajan –quise decir,  “para que trabajen los demás”-  le cambian o amplían la terminología  y  ahora se les llama NEAE, NEE, ECOPHE, ACUS...¡Qué cosas! ) y que serán aplicadas, tal como recoge la norma, por el profesorado de las materias correspondientes. O sea, yo. ¡Qué bonito!  
     Tampoco nos escaparemos de los informes justificativos posteriores, memorias y demás tareas burocráticas a los que estas eminencias educativas nos tupen. No sé si porque creen que se es mejor educador  entre más burocratizado se está o porque tratan de desviar la  atención  del profesorado. Lo cierto es que,  con tanta tarea rutinaria, reuniones inútiles y exceso burocrático los alumnos no  están mejor atendidos, que es para eso para lo que hemos sido formados. Esa es mi personal visión del asunto: entre más se burocratiza al profesorado más calidad educativa se pierde. Un tiempo precioso que se podría dedicar a discutir proyectos renovadores, a buscar objetivos más acordes con las necesidades formativas del alumno, a metodologías más activas, más tiempo a los alumnos atrasados, a preparar lecciones siguiendo unas programaciones reales. En definitiva, a situar realmente el centro de la enseñanza en el alumno y no en cubrir el expediente a la Administración ni en camuflar el fracaso escolar rebajando los niveles educativos.     
      Como ustedes supondrán, a un monumental quebradero  de cabeza  me acompaña un verdadero problema de identidad,  ya que no sé  que es lo que soy. Elegí esta profesión para educar, pero al final, a golpe de decretos, me han convertido en administrativo, sanitario, bombero y espía, porque hasta  eso es lo que hacen los profesores cuando se les asignan  en las guardias funciones de seguimiento y control a los compañeros en sus ausencias o retrasos,  como buenos jefes de personal de cualquier prestigiosa empresa, aunque sin esa categoría ni paga, por supuesto. ¡Faltaría más! 
     Con este desconcierto, frustrado, desanimado y desvalorizado, no es difícil entender la desesperanza e inhibición de algún  profesor o maestro, al que se le está aumentando y exigiendo continuamente nuevas responsabilidades como si la solución a los problemas sociales los tuviera en exclusiva la escuela. Porque, lo divertido de los hijos es fabricarlos… de lo demás que se encarguen los maestros. Podemos entender que es necesaria la acogida temprana  para que las familias puedan cumplir  con sus obligaciones laborales. Pero, como los padres siguen teniendo problemas para conciliar  su vida laboral con la familia,  la responsabilidad  parece que vuelve a ser  de los centros  educativos y no de las empresas que no flexibilizan sus horarios. Y como políticamente vende, pues serán los colegios nuevamente los que resuelvan la papeleta,  como ha manifestado el propio presidente  del gobierno canario. 
      Las familias quieren que los centros permanezcan abiertos más tiempo para tener a los niños bien cuidados. ¿Y para cuando tiene previsto abrir los colegios los sábados y los domingos? Lamentablemente,  eso es lo que entienden algunos padres cuando se habla de conciliación familiar. No es para estar con sus hijos y disfrutar de ellos y con ellos. Tampoco les preocupe gran cosa cómo puedan estar  hacinados  sus hijos en el colegio con unos ratios de escándalo ni qué formación real están recibiendo  con esa carencia de medios ni por qué los objetivos a alcanzar son cada vez más ridículos. Lo verdaderamente importante es que sus hijos –que son suyos- estén vigilados. No importa mucho cómo, pero si que estén. Porque de lo contrario, si de verdad estuvieran interesados por su educación,  ya habrían sacado las uñas hace tiempo. Los “expertos y sabios” pedagogos tampoco han abierto la boca  para proteger a esos niños, que tanto  quieren y  permanecen encerrados  casi todo el día en un centro escolar.  Probablemente, porque el bienestar del niño nunca ha primado sobre la voz de su amo y no es de recibo ni políticamente correcto ir en contra de los intereses del político de turno.