Luis Pérez Aguado
Escritor, profesor e historiador
Los violentos son otros
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Justificamos nuestro inmovilismo alegando que fueron elegidos democráticamente. ¿Pero quién les legitima para gobernar cuando su acceso fue con un programa contrario al que vienen ejecutando? No debemos olvidar, por otra parte, que Hitler también ganó elecciones y ya conocemos la historia. El problema está que con esa premisa de haber sido elegidos, se han puesto muy chulitos y están convencidos que pueden hacer y deshacer a su antojo, que tienen potestad, incluso, para hacer leyes discriminatorias en las que unos tienen más posibilidades y derechos que otros.
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Y este descaro y prepotencia de considerarse los dueños del mundo ofende profundamente, y más ofende cuando estas medidas son llevadas a cabo por los que tienen asegurado sus riñones y saben que sus hijos, amigos y demás yerbas podrán ir a colegios caros, universidades extranjeras y serán bien colocados en el momento oportuno. Y nos están estrangulando mientras callamos. Silenciosamente, nos roban la felicidad, la salud, la vivienda, la educción, el bienestar, la diversión, el trabajo…, pero si alguno se atreve, si alguien tiene la desfachatez de decir lo que piensa, los que quieren mantener sus prebendas, lo tacharán de violento y será entonces cuando reciba la visita de las fuerzas del orden y sabe Dios que se emplearán a fondo para acallar su voz y la de los discordantes. Así, los poderosos, tendrán la escusa perfecta para hacer leyes más duras y, cuando nos demos cuenta, ya será tarde. Ya no podremos decir esta boca es mía. A eso conduce la pasividad.
La madre que acude a la puerta del colegio, que grita y chilla para hacerse oír, porque ve peligrar el futuro de su hijo, que se le escapa, aún siendo intencionado, un tapper, no es una madre violenta, es, simplemente, una madre desesperada.
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La violencia no la ejercen, precisamente, los que están desesperados sino los que la provocan. Los terroristas, los violentos, los inadaptados sociales (términos de desprestigio que utilizan hasta la saciedad los que no quieren perder sus privilegios) son los que, amparándose en el poder, quitan derechos a los más débiles, los que socavan la reputación de lo público para justificar su liquidación y mantener sus dividendos, los que incitan al malestar social basado en el rencor, la envidia y el miedo, los que, amparándose en las leyes del Estado venden humo para enriquecerse, los que legislan para que las grandes fortunas sean cada vez más grandes, los que provocan que la separación de clases sea cada vez mayor porque saben que de esta forma se crea un envilecimiento social y que, en tiempos revueltos, la gente tiende a ser más egoísta, más irracional y responsabiliza de todos los males y la falta de trabajo a los de afuera. Así se avienen a perder derechos sociales duramente conquistados que perjudican los intereses y negocios de los poderosos.
En fin, no me esfuerzo más, hay gente que sólo entiende lo que quiere entender.
VEGUEROS S.M. "con la mentira se puede ir, pero no se puede volver"