Luis Pérez Aguado
Escritor, Profesor e Historiador
Subidos a la higuera
Hace
tiempo que dejaron de mirar a los ciudadanos directamente a la cara. Se
subieron a una nube y allí se quedaron. Otros lo hicieron a la higuera y ahí
siguen. Luego les dio por ejercitar el descrédito sobre los servicios y empleados públicos. No
se olvidaron de los sindicalistas tampoco. Había que echar balones fuera, poner
cortinas de humo y desviar la atención para ocultar la ineptitud de algunos,
los chanchullos de otros y los privilegios de todos. Maestros, profesores, controladores aéreos, médicos y
así todos los funcionarios y servidores públicos fueron pasando por la piedra.
Nada ni nadie les importó. Todos fueron objeto de escarnio. Los demás les
reímos la gracia y contribuimos a su defenestración. Ahora parece que les toca el turno, pero no están dispuestos a
consentirlo y todos a una, como Fuenteovejuna, se revuelven como fieras
acorraladas.
Se
suceden los insultos para quienes se
atreven a señalarlos con el dedo. A pesar de ello, siguen pavoneándose alegre y abiertamente de
violar las leyes, de modular a su personal criterio la libertad de expresión,
aunque ello les lleve a situarse fuera
de la Constitución como señalan los Jueces para la Democracia; a despreciar y vilipendiar a los jueces y a
todos aquellos que no les siguen el juego y jactarse de hacer las leyes de Costas, por ejemplo, con ayuda de
empresarios amigos (si es un ex ministro, mejor) con intereses en el
litoral.
Tampoco parece que le guste mucho a
la vicepresidenta del Gobierno que la
encasillen en el grupo de la clase
política decadente, por lo que pide
a los contribuyentes que no
generalicen, que todos no son iguales.
Y
en eso la señora vicepresidenta tiene razón. Efectivamente, hay políticos que
ejercen con dignidad su función de políticos. Que son honestos y dignos. Que no
tienen casi vida familiar por dedicar todo su tiempo al pueblo al que sirven con entusiasmo. Son servidores
entregados que merecen toda nuestra consideración y admiración. Son imprescindibles
en nuestra sociedad. Pero, igualmente, hay funcionarios, médicos, bomberos,
policías, sindicalistas… que trabajan, que son honestos y que aman su
profesión. También son imprescindibles. Pero para ellos no se le escuchó alegato alguno en su defensa, más bien lo contrario, les
tildaron a todos por igual de vagos y
privilegiados, porque esa era la consigna. Y qué a gusto quedaban cuando unos
tragaban y el resto seguíamos sus amaños.
Pero
ahora, quién, con tanta vehemencia, pide que no se generalice no se sonroja lo
más mínimo cuando,
por la violencia de unos pocos, continúa generalizando y considerando violentos a todos los
que se manifiestan en la calle para pedir lo que creen que les corresponde, o
aún más grave, si cabe, cuando es el
propio presidente del Gobierno el que lo
hace y aplaude a una mayoría silenciosa por haberse quedado en casa y no
participar en algaradas y gritos callejeros, insinuando que los que estaban en
la calle eran unos gamberros violentos. No esperaba
el presidente que unos días más tarde, un estudio realizado por Metroscopia le mostrara
que no conoce la realidad ni la opinión de su pueblo, ya que muchos de esa
mayoría silenciosa que se quedaron en
casa y a los que con tanto calor él
felicitó, le reprochan que lo haga
tan mal, y el 77 % de los ciudadanos, de igual modo
siguiendo la misma encuesta, opina que los políticos en la actualidad son la
causa o la raíz de los problemas. Mala
pinta tiene ésto.
No puede pretender la señora vicepresidenta
que con estas actitudes los ciudadanos tengan aprecio a los dirigentes políticos,
cuanto más, que saben que los mismos que les exigen sacrificios son quienes más
privilegios tienen y no están dispuesto a soltar prebenda alguna ni ser
solidarios con los demás. La Mesa de la Cámara, sin ir más lejos, acaba de
rechazar el trámite a una iniciativa popular en la que se pedía que los
políticos de este país fueran más prudentes a la hora de otorgarse favores y redujesen muchos de los beneficios que
en la actualidad tienen por lo
exagerados, injustos o abusivos que son.

Si
la vicepresidenta no quiere que todos los responsable políticos sean mirados
por el mismo rasero debe procurar que todos los españoles, vivan donde vivan,
tengan las mismas oportunidades; que el “agüita”, por ejemplo, cueste a todos
por igual, tanto si residen en unas islas o sí habitan en la Península Ibérica. Eso, si no quiere
que los habitantes se vayan a los “extremos” porque comprueban que los dirigentes de este país, queriendo o sin
querer, están avivando y fomentando que haya ciudadanos de primera y de segunda
clase.
Cuando
cosas tan sencillas como éstas (complicadas, lógicamente, para los que no son
capaces de soltar prenda, prebendas, ni privilegios) se vayan arreglando y el ciudadano de a pie
compruebe que a los incendiarios de su
grupo ministerial, que sólo buscan la confrontación para desunir y pescar en río
revuelto, se les ha sellado la boca y que todos sin excepción, reman en la
misma dirección, será cuando la gente les tenga más aprecio, mientras tanto, no
sirven las bonitas palabras (la experiencia ya nos dice para qué sirve hoy la
palabra dada, aunque ésta sea jurada ante la Biblia) si no
vienen acompañadas de hechos. Hechos son amores y no buenas razones, reza el
dicho popular.
VEGUEROS S.M. "Hace tiempo que dejaron de mirar a los ciudadanos directamente a la cara".