Luis Pérez Aguado
Profesor, escritor e historiador
¡Qué malos son!
Nos fueron mostrando
lo malo que eran. Rebuscaron en sus vidas privadas. Husmearon en sus vacaciones
y, sembrando la duda, nos cotillearon, por ejemplo, como se fueron de
cruceros (igual que hacemos muchos de
nosotros gastando exactamente lo mismo,
pero ellos, claro, es otra cosa. Es el
enemigo a batir).
Una imagen aislada, en ocasiones rebuscada, ante una
apetitosa comida con mariscos -que un
interesado comentarista sabrá sacarle
provecho y un editor, con la misma perfidia, colocará en el sitio adecuado el
día oportuno- será motivo suficiente para que nos lancemos a la yugular de todos los del gremio.
Somos así de simples y no hace falta que nos cuestionemos
más verdades que el hecho narrado. El
feroz egoísmo que mora en nuestro interior hará lo demás. La antipatía y el
fuerte arraigo que tenemos los humanos para aceptar el desprestigio como animal de compañía puede
con nosotros. No hay guapos ni feos, todos sucumbimos y consentimos en agrandar
la bola, aunque sepamos a ciencia cierta que hay medias tintas y no siempre todo es autentico ni completa
verdad.
Es sorprendente lo que puede dar de sí un reloj que hace
treinta años fue regalado a un destacado sindicalista por un sector gremial
italiano dedicado al submarinismo, claro que
la consigna es desnaturalizar los hechos y dejar entrever que el reloj
es producto de lo mucho que gana en el
sindicato.
A la postre, los que más tienen que esconder, lanzan
mensajes sobre la inutilidad de los sindicatos, el derroche económico, la
politización de los mismos, la cantidad de
liberados que hay sueltos por ahí, y finalizan con un sinfín de improperios como “que se pongan
a trabajar, que son unos gandules”.
Me parece que a estas alturas no estamos en disposición de
defender ni poner la mano en el fuego
por nadie. En todos los grupos y profesiones siempre ha habido vividores y
aprovechados y no nos toca a nosotros poner en cuestión la verdad o mentira de
los hechos.
Lo cierto es que nos desgastamos dando valor a los defectos
de los otros. Nos dejamos llevar por el
resentimiento y no vemos que detrás de tanta arenga existe la intención de
solventar los intereses de una minoría muy privilegiada y que, para ello, necesita acallar cualquier
atisbo de protesta contra las políticas antisociales.
La antipatía y la tirria van calando. La
información basura, interesada y distorsionada, cumple su papel. La turba de hipócritas -que no
se compromete con nada, pero se acogen a
los beneficios obtenidos por los otros- sigue
la consigan del líder, que está ahí para ser adorado. El pensamiento único de
la horda descerebrada, sin criterio, la
cacarea sin más. La adoración al adalid lleva a eso. La contraseña se lleva a rajatabla, no se discute.
Por eso pretenden una educación aberrante para que el
ciudadano, sin criterio propio, pueda ser fácilmente manipulado y no tenga
conciencia de lo que pasa a su alrededor. Como al borrico al que se le
colocan orejeras para que no mire para
los lados o se le pone una zanahoria
delante para que sólo vaya en una dirección, así nos quieren los que se dicen más patriotas
que nadie y que, realmente, utilizan la bandera para defender sus intereses de
clase.
No quieren que el ciudadano se entere que los enormes beneficios y privilegios
fiscales del gran empresariado financiero del país se hacen a costa de los
sacrificios de las clases populares, a
las que, sin miramiento alguno, se les está dejando en la cuneta. Por eso
estorban los sindicatos, por eso no quieren huelgas que defiendan los
derechos del trabajador. No les interesa que el liberado sindical
pueda seguir defendiendo a las trabajadoras contra el jefe acosador, que consiga indemnizaciones y mejor trato cuando correspondan porque lo que conviene a los
grandes es que haya precariedad en el empleo, se sometan a los asalariados,
disminuyan los servicios básicos y retrocedan los derechos sociales y
laborales, conseguidos, en buena parte,
a lo largo de muchos años de penuria por los sindicatos.
Por eso, los mismos que
distorsionan y exageran la cifra de liberados sindicales ocultan la tropa
de enchufados que han colocado en las
instituciones financiadas con cargo al contribuyente; igualmente, callan que
hay casi 8,5 veces más liberados empresariales que sindicales; ponen en
entredicho los gastos y el uso del
dinero de los sindicatos, pero ¡Y tú más!
procuran disipar los 16 millones
de euros que los partidos reciben de dinero público cada tres meses ni comentan
que la principal fuente de ingresos de la patronal empresarial (Confederación Española de Organizaciones
Empresariales, CEOE) es de las
subvenciones públicas o que las
fundaciones, otro gran invento para
beneficio y gloria de los grandes partidos, se han tragado este año que acabó
-según recoge el Boletín Oficial del Estado- 900.000 euros de los que 529.849,
casi el 60%, se ha ingresado en exclusiva a la Fundación para el Análisis y los
Estudios Sociales (FAES) que dirige José María Aznar.
Ya es hora de
preguntarse si lo que pretendemos del
futuro es una sociedad anestesiada y
abúlica o, por el contrario, un pueblo preparado que sepa distinguir
entre una disertación honesta y una arenga engañosa. Entre un político serio y
un charlatán de feria. En tal caso, tendremos que empezar por informarnos mejor
de lo que realmente pasa a nuestro alrededor y no conformarnos con las
historias que nos cuentan.
Yo no he dicho nada
VEGUEROS S.M. "Por eso pretenden una educación aberrante para que el ciudadano, sin criterio propio, pueda ser fácilmente manipulado y no tenga conciencia de lo que pasa a su alrededor"