Concejales que se creen dioses
Increíble. Hay asuntos que por absurdos y temerarios son difíciles de creer. Pensé, precisamente por lo irracional del tema, que había oído mal y lo deseché sin prestarle mucha atención. Pero el desatino me volvió a llegar en otra ocasión. Volví a pensar lo mismo: Alguien se equivoca, seguro que lo entendió mal. Pero ahora, con la normativa en la mano, mi incredulidad se ha transformado en rabia e impotencia. Me cuesta imaginar la cara de estúpido que me habrá quedado al comprobar que eran certezas lo que mi pobre intelecto se negaba admitir.
Resulta que un
muy ilustre ayuntamiento (me da
vergüenza admitir que es canario) pretende cobrar determinadas cuotas a todo
mortal que utilice los rincones y plazas
públicas del municipio. O sea, que las altruistas asociaciones de vecinos, los
colectivos juveniles, los grupos que pretendan dinamizar su barrio, compartir
alegrías con los vecinos, hacer más llevadero los sinsabores de la vida o desarrollar una labor social tendrán que
pagar por hacer algo que correspondería realizar (y que no hacen) a esos elegidos que imponen la norma.
Cuesta
admitirlo. Sigo pensando en lo irracional del tema y no tengo más remedio que
darle la razón a quién afirmaba que entre más conocía a la raza humana más simpatía sentía por su perro. A
veces me canso de ser hombre, decía Neruda. No es para menos. Yo
también me avergüenzo de la estupidez
humana y, con bastante frecuencia de ser humano, incluso.
Y, a todo esto, yo me pregunto -porque alguien
tendrá que hacerlo, digo yo-. ¿De dónde han salido éstos lumbreras? ¿Dónde han
estudiado para llegar a sacar tan brillantes ideas? ¿Realmente, son humanos?
¿Viven entre nosotros? Porque, de ser así, han puesto demasiada distancia entre
su privilegiada vida política y la cruda realidad social, que parece que les
queda lejos y, por tanto, no entienden. El mundo, creo yo, está ya bastante achuchado para que nos salgan con
esto.
Porque
analicemos las cosas fríamente. Sin ambigüedades ni pasiones ideológicas
partidistas. Si partimos de la base que
el gobernante está para sacarnos de apuros y no para mandarnos a la indigencia
ni hundirnos en la desgracia, entonces ¿no es a ellos, a los elegidos, a quienes corresponde buscar formulas para que
seamos (o por lo menos nos sintamos) más felices? ¿No deben ser los
representantes del pueblo (pagados por este pueblo) los que busquen soluciones
para dinamizar la vida de los barrios?
Cuesta entender cómo unos representantes del pueblo, que
son terriblemente eficaces en legislar para sus bolsillos, son
incapaces de establecer normas justas
para los demás. Está claro que la conducta y el buen proceder ya no
forma parte de la ética del político. Parece que necesitan pegarse con
los demás para demostrar quién es el
amo. En este caso, el enemigo, evidentemente,
son los ciudadanos, esos pobres de espíritu que si, quieren hacer altruismo -después de abonar religiosamente la cuota
establecida- tendrán que utilizar
profusa y abundantemente Fairy
del bueno (por supuesto, abonado con los
bolsillos de los vecinos) para que el espacio utilizado del evento quede como la patena de limpia.
Otra de las exigencias impuesta por los iluminados de turno
Lo cierto es que
el afán recaudatorio (si no son otros
los oscuros intereses) no les deja
pensar con coherencia y, algunos, con el beneplácito de otros, toman decisiones
y hacen normas tan necias y simplonas (por ir a lo más fácil y hacer lo de
siempre, sin originalidad alguna, lo de simplona) como éstas que lo que hacen
es paralizar y enrarecer la vida de los barrios. Realmente, no parece que se hayan estrujado mucho el
cerebro (si lo tienen). Incluso, es para dudar, que hayan ido a la escuela y si, alguna vez, lo hicieron está claro
que la escuela no pasó por ellos.
El problema de
los expertos espabilados que trabajan
(es un decir) en los ayuntamientos y que
lo hacen por “su propio” bien -aunque irónicamente lo
quieran maquillar llamándole bien común-
y por “su” interés general, es que
seguirán estando ahí, viviendo del cuento y de los contribuyentes, mientras el
ciudadano de a pie no tenga la facultad y posibilidad de elegir
a quién, según su libre conciencia, sabe o considera que es honesto,
porque las listas electorales no son abiertas y las confeccionan, generalmente,
otros listos, que buscan un interés
ideológico, que no siempre coincide con el bienestar social de los vecinos.
Y así
seguiremos soportando gobernantes que
hacen de la estupidez su manera de vivir,
concejales prepotentes que se creen dioses, que a capricho, por venganzas o veladas
intenciones cierran locales culturales y sociales, que defenestran magníficos y
eficientes bibliotecarios. Así entienden
ellos el servicio a la comunidad. Lo grave es que su irracional egoísmo está
acabando con las buenas maneras y la convivencia entre los vecinos. Y si esto está pasando en nuestro pequeño
espacio sideral y los demás dejamos que suceda es que algo no debe ir bien en el ser humano. Los cabezas
pensantes seguirán haciendo y deshaciendo a su antojo, imponiendo sus
retrógrados criterios y rigiendo los destinos
de los demás con su personal y egoísta arbitrariedad. Dentro de poco, ni
derecho al pataleo.
VEGUEROS S.M. "Y así seguiremos soportando gobernantes que hacen de la estupidez su manera de vivir, concejales prepotentes que se creen dioses..."